miércoles, 23 de marzo de 2022

puente de piedra

 El Puente de Piedra. El primer puente sobre el río Ebro. La longitud del  puente es de unos 225 metros y cuenta con siete arcadas, una de ellas enterrada bajo el Paseo Echegaray, de luces diferentes que van de los 14 a los 32 metros que están soportadas por pilas de desigual anchura provistas de tajamares para desviar el agua. Fuentes históricas dudosas nos hablan de la existencia de un punete en ese mismo lugar ya en tiempos de los romanos, cuando Zaragoza era Caesaraugusta. Ese puente haría las veces de puente y acueducto y se prolongaba a partir del Cardus Maximus, una de las calles principales de las ciudadas romanas y que discurría de norte a sur. Hay que recordar que hace 2000 años el río era más estrecho debido a la menor sedimentación. Y el acceso al río era más sencillo, pues con posterioridad se elevó el nivel de la calle quedando el río más bajo (por eso el Museo del Foro Romano está bajo tierra). Y aunque hoy no queden evidencias físicas del puente (se sospecha que podía ser un puente con pilares de piedra y un tablero de madera) aparte de unos pilares descubiertos en 2007 que no se sabe seguro si son romanos o no, sin duda existió, pues de otra manera Caesaraugusta no hubiera cobrado la importancia que tenía de no ser porque servía como punto de acceso al noreste de Hispania.

En siglos posteriores seguiría existiendo dicho puente, pues en las crónicas de la España musulmana, en tiempos de Abd-el-Rahmán II, se habla sobre el puente y sus reconstrucciones, pues era de madera sobre pilares de piedra (¿restos del puente romano? seguramente así era). De hecho, cuando Alfonso I el Batallador entró en Zaragoza (entonces Saraqusta) para conquistarla, cruzó el puente y... le pegó fuego.
No obstante, el río se seguiá cruzando aun con el puente hundido pues en 1188 el rey Sancho Ramírez otorgó a la Seo la capacidad para cobrar el portazgo, es decir, un impuesto por cruzar el río. Así que sabemos que al menos el río se cruzaba mediante un puente siguado aguas abajo, en ocasiones sobre pialres y otras sobre barcas. Dicha capacidad se otorgó a cambio de reconstruir el puente: “junto a la ciudad de Zaragoza, sobre el río Ebro, un puente que de madera que es vulgarmente llamado alcántara” y sustituirlo por uno de piedra y cal.
Pero debido a las continuas riadas y a las dificultades económicas, la construcción del puente no fue posible y mientras tanto la ciudad se las apañaba con el puente de tablas situado aguas abajo. Pero dicho puente era constantemente destruido por las riadas y las obras del puente de piedra no avanzaban. En 1325 se concede el permiso real para talar 400 robles y pinos en los valles de Ansó y Hecho para el puente de madera sobre barcas, pero las referencias a la labor del cantero Gil Pérez de Fustiñac y de su sucesor, Mahoma Mazuela, nombrado por Pedro IV, quienes habrían labrado varios miles de sillares, nos indican que las obras del puente de piedra y cal seguían en marcha.
Finalmente, tras muchas dificultadas, riadas, accidentes y muchos más sucesos, el 5 de Marzo de 1440 entró en servicio el actual Puente de Piedra. Aun así, el puente de tablas siguió en uso (por varios siglo más) pues se pensaba que las vibraciones de los carros podrían dañar el Puente de Piedra.  Tanto es así que el puente más importante para el desarrollo de la ciudad era el de tablas, pues por él entraban las mercancías mientras que por el de Piedra sólo entraban peatones y gentes a caballo. Y cuando no se podía usar el de tablas el río se cruzaba mediante un vado, no por el Puente de Piedra.
El puente también se usaba como fuente de ingresos, ya fuera cobrando el pontazgo (impuesto por cruzarlo), pagando en las casa de aduanas (de las que sólo quedan los restos) por las mercancías que se entraran a la ciudad o, como en 1468, con la construcción de seis molinos en los pilares del puente, construcción que junto a los daños provocados por las riadas, obligó a urgentes reparaciones en los pilares del puente.
En los años siguientes hubo que repararlo en numerosas ocasiones, como por la riada de 1571, que dañó los molinos. Otra el 25 de marzo de 1581, cuyos daños fueron reparados en 1582 por Domingo y Elías Bachiller. Uno de los maestros de obras de El Escorial afirmó el puente al año siguiente, pues los pilares reposaban sobre puntales de madera y eso causó que se destinara sólo al paso de peatones y jinetes como he comentado antes. Enrique Cock, arquero de la guardia de Felipe II, lo recogía en 1585: la ciudad “da paso a los que van por allá por dos puentes, la una de piedra, por la cual no pasan mas que gente de a pie y de a caballo, la otra de madera, por la cual pasan todos los coches y carros”

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